Como dijimos en la página principal, el Centro Nacional de Formación Profesional Ocupacional del Servicio Público de Empleo Estatal de Marbella nació oficialmente en abril de 1967, aunque sus actividades habían comenzado año y medio antes con cursos de formación del Programa de Promoción Profesional Obrera (P.P.O). Fue el primer Hotel-Escuela de España, en la acepción real de la palabra. Nosotros definimos esta figura como un centro de formación que posee un hotel para las prácticas de sus alumnos y en la que los clientes son atendidos, exclusivamente, por esos alumnos bajo la supervisión de los profesores. Este tipo de centro ha de ser diseñado específicamente para este fin. Nosotros mismos  habíamos explotado con anterioridad establecimientos hoteleros en los que se impartían cursos de formación. Pero tenían su propio personal y los alumnos eran como un añadido, a veces molesto, que «no dejaba trabajar bien» a los profesionales. De estas y otras experiencias parecidas nació la idea de crear un centro de formación en el que los los clientes fueran un medio didáctico más al servicio de los alumnos. Pero para que las prácticas fueran correctas, para tener certeza de que las metas se habían alcanzado, esos clientes debían marcharse con la sensación de que habían recibido un servicio mucho mejor del que esperaban.

En 1980, el Consejo de Europa nos encargó realizar un estudio sobre las causas de la desaparición de la más importante red estatal de hoteles-escuela del mundo: la italiana. Catorce centros de formación hoteleros, organizados con este modelo, cerraron sus puertas casi simultáneamente. Durante tres meses recogimos información de ex-directores, antiguos profesores y alumnos, funcionarios estatales y regionales y las conclusiones fueron realmente interesantes. Las causas más importantes fueron la extensa dedicación de las labores docentes: 365 días al año, 24 horas por día; la enorme cantidad de profesores y alumnos requeridos para atender el compromiso adquirido al abrir un hotel al público, la inadecuada dimensión de algunos centros, el elevado coste que conllevaba la formación en un establecimiento del que se esperaba que produjera beneficios o por lo menos, ingresos y, finalmente y como causa más importante y decisiva, la nula capacidad de gestión de las nacientes veinte «regioni» o autonomías para afrontar no sólo ésta, sino la mayor parte de las funciones que le habían sido encomendadas. El sistema autonómico arrancó en 1970 y fue en esa década cuando desaparecieron los hoteles-escuela. En 1980 hacía tiempo que no quedaba ninguno.

No obstante, la verdadera causa del problema había quedado enmascarada por las anteriores, en especial, por la última. Es como si una persona con una enfermedad degenerativa muere de un infarto, sin posibilidad de que una autopsia revele esa dolencia oculta. La evidente y notoria falta de capacidad de gestión de los nuevos responsables políticos italianos, considerada al principio de nuestra investigación como la causa determinante, pasó en meses posteriores a ser considerada por nosotros como un grave entorpecimiento en la búsqueda de la verdad. Poco a poco fuimos tomando conciencia de que existían una razones más profundas y estructurales que deberíamos desvelar, so pena de ver en peligro tanto nuestro propio proyecto como todos aquellos en los que teníamos responsabilidad de asesoramiento. Analizando con detenimiento y en cada caso concreto los momentos en los que se habían cortado los caminos, llegamos a la conclusión de que todos llevaban al mismo sitio: a la deficiente arquitectura del modelo de hotel-escuela italiano, basado fundamentalmente en unas supuestas ventajas de ahorro económico que esas instituciones ofrecían, o por lo menos debían de ofrecer, sobre una escuela clásica, habida cuenta de que había unos ingresos por clientes.

Era necesario, pues, un cambio de paradigma. Y su viabilidad pasaba necesariamente por la toma de conciencia de lo que el nuevo modelo representaba. Frente al hotel-escuela generador de parte de– o incluso de todos – sus recursos, muy útil en los países en vías de desarrollo que no pueden permitirse financiar enseñanzas de por sí muy caras,  nos debíamos enfrentar – a medida que los países iban desarrollándose – a hoteles-escuela en los que la ventaja fuera exclusivamente su mucha mayor calidad formativa y no su coste que, con una adecuada planificación de su ubicación, dimensión y estructura organizativa, no debería exceder de lo que costaría una escuela de hostelería tradicional, sin las innegables ventajas de que los alumnos pudiesen realizar permanentemente prácticas frente a clientes reales.

Inmediatamente empezamos a aplicar – tanto en nuestro proyecto como en los ajenos – lo que en Italia habíamos aprendido. Nuestra institución decidió construir un nuevo hotel-escuela en primera línea de playa, en unos terrenos cedidos por la Diputación en la zona de las Chapas de Marbella. Significaba un enorme paso adelante en la apuesta por la calidad formativa, por la aceptación de un modelo de hotel-escuela que podría, en el futuro,  seguir manteniendo el brillo que hasta ese momento conservábamos, gracias a los grandes esfuerzos de todo un gran equipo comprometido en la tarea, todo hay que decirlo. Las circunstancias ya empezaban a ser adversas.

La pena es que todo se vino abajo tras las elecciones de 1982. El nuevo Gobierno paralizó las obras ya adjudicadas y comenzadas del nuevo hotel-escuela, al tiempo que daba instrucciones a la nueva dirección del Centro – venida de fuera – de solicitar un proyecto para remodelar el viejo edificio, como todos saben alquilado,  sin que ni unos ni otros parecieran tener conciencia de lo que ello significaba.  Pero eso es ya otra historia.

 

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